12/6: OH, UOMO! de Angela Ricci Lucchi y Yervant Gianikian

Continua el ciclo «Entre los escombros«, esta vez con un found footage italiano, con material filmado durante la primera guerra mundial.

Oh, uomo! de Angela Ricci Lucchi y Yervant Gianikian (Italia, 2004, 68′)

“Cuerpos de niños y cuerpos de soldados. El hambre de los niños. Sus cuerpos suaves o inflados, miradas al vacío. Hombres sin pies, sin piernas, sin manos, sin ojos. Caras deformadas, boca agujereada, oreja hundida, nariz perforada. Una procesión interminable de ciegos, guiados por brazos de enfermeras. Oh, Uomo! expone lo que el hierro y el fuego destruyen del cuerpo humano” (Jean-Luc Godard). Esto es básicamente Oh, Uomo!  “un catálogo anatómico de la destrucción y de la recomposición artificial del cuerpo humano”.
La idea de catálogo es muy bella aplicada al cine por su dimensión enumerativa y acumulativa y por la sutileza con que constituye una mirada, una visión del mundo. Las imágenes que se catalogan en Oh, Uomo! pertenecen al final de la primera guerra mundial (poder mirar estas imagenes tan fascinantes, tan primitivas, de alguna forma ya justifica la película), una enumeración de planos de soldados y niños que, a través de su cuerpo constatan las consecuencias de la violencia del hombre contra el hombre que es la guerra. Estas imágenes no sólo son la prueba de la Primera Guerra Mundial, es decir un documento histórico, sino también el material a partir del cual Gianikian y Ricci-Lucchi elaboran un discurso sobre el presente. Ellos dicen: “No nos interesa el pasado ni las miradas nostálgicas. (…) Tampoco nos interesa el archivo por sí mismo (…) estamos interesados en una dialéctica entre el pasado y el presente”. En esa dialéctica se encuentra la actualidad de la película, en la utilización del pasado para hablar del presente, de las guerras de Irak, Afganistán, el Líbano. De la violencia y su imagen, que son un problema que aun hoy los hombres no podemos afrontar y mucho menos resolver.

El trabajo que llevan a cabo Gianikian/Ricci-Lucchi es el de introducirse en las imágenes de archivo, ampliarlas visual y temporalmente para sacar de ellas fragmentos, nuevos relatos que originalmente no estaban o pasaban desapercibido: “(…) nos dimos cuenta cuenta de cómo caían los soldados cuando eran abatidos en la batalla, caían a una velocidad infinitesimal, en dos o tres fotogramas. (…) nos propusimos dar a ver exactamente eso que nosotros veíamos en el proceso manual (…)”. La expansión temporal (por momentos llevada casi al límite de detener la imagen), sumada a la banda sonora constituida por algunos extensos momentos de silencio y algunos sonidos muy sencillos, como un gong metálico o una voz femenina que tararea una melodía muy melancólica, otorgan al relato una especial sensación de suspensión, que por otro lado incita el enfrentamiento entre la película y el espectador, una forma de reclamo por la historia que fue y continúa siendo atroz.
Ese catálogo del que hablamos antes, de fragmentos de cuerpos, o de heridas, o miserias, se concreta en colección a través de fragmentos de imagen, imágenes heridas por el paso del tiempo, por la guerra y por la cámara analítica de los cineastas. Ramiro Sonzini
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